“Hernán Cortés no quemó sus naves…”

Columna del Mtro. Héctor Navarrete Mendoza.
Columna del Mtro. Héctor Navarrete Mendoza.

Por el Mtro. Hector Navarrete Mendoza

“HERNAN CORTÉS NO QUEMO SUS NAVES LITERALMENTE, NI VINO CON ÓRDENES DE CONQUISTA” Lo sabias?

(Aquí la historia se oculta en nuestros textos educativos)

Y esto nos lo dice el “Códice Durán” en su Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra Firme del Siglo XVI.

El Códice Durán o Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de Tierra firme, es un manuscrito novohispano realizado en la segunda mitad del siglo XVI por el Fraile Dominico Diego Durán. Pertenece a la colección de la Biblioteca Nacional de España.

Relata la historia de los Mexicas desde su salida de Chicomoztoc hasta la caída de Tenochtitlán, la lámina representa el desmantelamiento pero no literalmente el incendio de las Naves ordenado por Hernán Cortés.

Claro que las propias historias españolas aclaran que en verdad, el capitán no quemó literalmente ninguna de sus naves, una historia romántica que fue inventada siglos después. En vez de eso, las barrenó o les dio de través, es decir las perforó para dejarlas inutilizables para la navegación.

Posteriormente, dispuso de partes de la madera con la que estaban construidos sus Navíos para construir parte de las fortificaciones de la recién fundada Villa Rica de la Vera Cruz. Preservó, sin embargo, todos los aparejos de metal, indispensables para cualquier Navío y que serían imposibles de sustituir en la tierra en la que habían desembarcado, a diferencia de la madera que podía ser obtenida sin tanta dificultad.

Por otro lado, los historiadores afines a Hernán Cortés le atribuyeron la responsabilidad y el mérito de esta decisión, además del ardid con que la realizó. Lo más probable, sin embargo, es que no la tomara él solo, sino con el consentimiento y apoyo de sus principales capitanes y aliados como Gonzalo de Sandoval, Pedro de Alvarado entre otros.

Vista más allá del refrán romántico, desarmar las Naves fue una compleja decisión política y estratégica que sirvió para varios fines.

De manera directa, inutilizar los Navíos, fue cierto que impedía que pudieran huir y regresar a Cuba los numerosos miembros de la tripulación descontentos de su contingente español: ya que sentían miedo justificado ante la temeraria empresa de Conquista que estaban a punto de realizar y por aquellos que aún le eran leales sirvientes al Gobernador Diego Velázquez quien estaba Gobernando la Isla de Cuba para esos momentos y que fue quien envió a Cortés y sus hombres con el único fin de realizar una expedición no así de Conquistarnos.

Cortés y sus capitanes se rebelaron contra este poderoso Gobernante a principios de 1519, al rechazar sus instrucciones de realizar una expedición de exploración y comercio en las nuevas tierras; habían fundado una Ciudad propia sin autorización del Gobernador llamándola Veracruz, sustrayéndose de su Autoridad enviando una embajada a España para defender su posición ante el propio Rey.

Con la destrucción de los Navíos impusieron de manera definitiva su voluntad sobre los expedicionarios que estaban descontentos con estas acciones. Con esa misma intención, en las semanas anteriores, Cortés y sus hombres habían juzgado y ejecutado a varios de los hombres que le seguían siendo leales a Velázquez.

Al mismo tiempo, conservar los aparejos de metal sustraídos de las naves, habría la posibilidad de volverlos a utilizar en diversas circunstancias. En primer lugar, los expedicionarios habían recibido informaciones fidedignas por parte de sus aliados indígenas de que la Ciudad Capital del Imperio de los Culúa, como llamaban a los Mexicas o Aztecas, estaba rodeada de agua.

Fue por eso que el hábil y estratega Cortés y sus capitanes españoles no descartaban la necesidad de utilizar Naves para planear un asalto a esa capital. Esto fue precisamente lo que sucedió un año y medio después, cuando resolvieron asediar y asolar el México-Tenochtitlan y construyeron una pequeña flota de bergantines diseñados especialmente para navegar en el Lago de Texcoco, aparejados con las piezas de metal rescatadas de la flota marítima destruida en 1519.

En otro caso, los aparejos también podrían ser usados para construir naves que los llevaran de vuelta a Cuba o a otra isla del Caribe o a la misma Península Ibérica.

La acción de desarmar las Naves fue además una atrevida apuesta, a la altura de las circunstancias en que se encontraban los expedicionarios. El rompimiento de Cortés con el Gobernador Velázquez quién era el Representante legítimo y directo de la Corona en Cuba, era un acto de rebeldía que los hacía merecedores con seguridad de una sentencia de muerte y sabían que el airado Gobernante no vacilaría en aplicarla en contra de ellos.

En esta situación, la única salvación posible para los rebeldes era perseverar en su empresa y conquistar riquezas y territorios suficientes para convencer al Rey de España a manera de que les perdonara su traición.

En este sentido, podemos decir que Hernán Cortés y los capitanes doblaron su apuesta, en una estrategia de todo o nada, una medida también de lo desesperada que era en verdad su situación y sin embargo, “quemar las Naves” no fue un salto al vacío. Después de vivir en las costas de Veracruz durante tres meses, los expedicionarios habían construido vínculos fuertes con los Cempoaltecas y su Gobernante, el llamado Cacique Gordo y podían confiar en su amistad y su apoyo.

Además habían conocido a otros enemigos de los poderosos Mexicas que habían dado muestras claras de su disposición a apoyarlos. Es por ello que al desarmar sus Navíos, Hernán Cortés y los suyos apostaron en verdad por sus alianzas con los naturales de Mesoamérica y se pusieron por así decirlo, a su merced.

Esta confianza justificada por la lealtad de los aliados en los siguientes años, fue la verdadera ganancia de la temeraria apuesta de los expedicionarios españoles, los que solo venían con instrucciones de expedición más no de Conquista.

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