Aguascalientes de los años sesenta.

Aguascalientes de los años sesenta.
Aguascalientes de los años sesenta.

Cortesía Refugio Macías.

Quien no recuerda con gusto aquellos años del sesenta del pasado siglo XX, cuando la ciudad de Aguascalientes era todavía muy pequeña con sus limites muy bien definidos, que por décadas marcaron las salidas de la ciudad, que aunque parecían muy lejanos se podía uno transportar fácilmente, ya fuera caminando, en vehículo particular o por cualquiera de las cuatro rutas de camiones urbanos que por entonces existían, y desde el centro de la ciudad se podía tomar cualquier rumbo, y en el trayecto distraer la vista recordando tiempos pasados, observando casas de todas las condiciones sociales, con sus ventanas de gruesos barrotes y amplias puertas permanentemente abiertas, desde donde se podía observar su reluciente zaguán, con la señora de la casa cómodamente sentada realizando alguna labor manual, al fondo su patio enladrillado muy colorado recién lavado, repleto de macetas muy bien cuidadas y sus jaulas con pájaros, y otro tipo de edificios y personajes ya desaparecidos o transformados, pero tan llenos de historia y con solo alejarse un poco de cualquiera punto de la ciudad, se podía encontrar un lugar adecuado para pasar un día de campo con la familia, o de aventura con los amigos.
De esta forma se podía tomar rumbo al norte por la antigua calle de Tacuba, hoy del Cinco de Mayo, pasar un momento en su Templo del Sagrado Corazón construido por el inolvidable Padre Femat, o en su jardín de Zaragoza que da nombre a uno de los barrios de mas tradición, con su Zona de Tolerancia, la antigua Chueca en sus ultimas cuadras. Calle que, como vieja ruta de paso de viajeros, contaba con aquellos alojamientos conocidos como mesones, con su nombre de lo mas variado, como el mesón Del Buen Viaje, ubicado donde posteriormente se instalo uno de los cines mas populares de la ciudad, el Rex, el mesón de La Asunción y los que sobrevivieron hasta hace pocos años, el mesón de San Antonio y muy cerca el de Jesús, donde en tiempo de conflictos se alojaron los revolucionarios.
Calle del Cinco de Mayo también abundante en cantinas, como El Lago Azul, Los Alpes, El Palenque, El Cabo Cuarto, El Negrito, El Lobby, el elitista Imperial y para muchos, la mejor cantina que ha existido en la ciudad, el Bar Montoro, propiedad de Don José García, Pepe–Hillo, con un servicio que vino a revolucionar este tipo de establecimientos, cantinas de las que solo quedan como testigos de aquella abundancia, La Frontera, ya con otros propietarios y otro nombre, vecina del cine Rex ya desaparecido, y al final de la calle haciendo esquina con Zaragoza, El Ranchero, que por varios años dio nombre a la estación de la línea de autobuses Permisionarios, que hacían parada en esa esquina, también conocidos como Los Polleros, porque cargaban de todo.
La calle Cinco de Mayo cierra en la Zaragoza anteriormente llamada del Olivo, esta ultima cerraba en el mesón de Polilla, nombrado así por su propietario Apolinar Gutiérrez, que cerraba lo que es actualmente la prolongación de Zaragoza, por lo que se tenia que continuar por la calle del Norte, actualmente de Petróleos, a un costado del jardín Carpio, como prolongación de la calle del Cinco de Mayo, con su mesón Amarillo, donde fusilaron al patriota italiano Luís Ghilardi, cercano a donde se encontraba la garita de Zacatecas, por ser la antigua salida a esa ciudad, que corresponde actualmente al inicio de la avenida Independencia.
La salida norte se conocía como la Y, por la forma que le dan las calles de Barragán, Petroleos Mexicanos y la carretera Panamericana, este sitio también se conocía como el Sahagun, nombre que le daba una gasolineria y un conocido restaurante, con su eterna propaganda en apoyo al partido oficial, que funcionaba todo el día, por lo que se convertia en refugio de muchos trasnochados, que además marcaba el limite norte de la ciudad, después de esto se iniciaba el campo, se encontraban las milpas, los establos y algunas fincas aisladas.
Para el sur el limite era siguiendo la calle del Obrador, que hoy lleva el nombre de José María Chávez, personaje que tenia en la tercer cuadra su taller El Esfuerzo, donde posteriormente estuvieron los baños El Refugio, propiedad del Licenciado Aniceto Lomeli y con su pila del Obrador, en el crucero con Rayón, antigua calle del Castillo, donde los pobladores de otros tiempos se surtian de agua para sus hogares.
Calle de José María Chávez, por donde también abundaban los mesones, como el Del Refugio, De Anguiano, De Cornejo, Del Diezmo, y por supuesto algunas cantinas, como el Salón Coronita, El Club 21 y El Puerto de Mazatlán que todavía sobreviven, por esta ruta el limite era hasta el arroyo de El Cedazo, a un costado del cual se ubican una serie de fincas que forman un triangulo que se conocían como El Portal de los Cinco Señores, entre las calles de José María Chávez, Belaunzaran y de Alba, en esta última calle hubo el intento de ubicar la primer zona de tolerancia, anterior a La Chueca, sitio cercano a donde antiguamente se ubicaba la garita de México.
En tiempos pasados la ruta hacia el oriente de la ciudad, era por la calle del Ojocaliente, que hasta antes de la apertura de la avenida Madero en 1914, fue la principal arteria hacia ese rumbo, con su ruta de tranvias hacia los baños de Los Arquitos y del Ojocaliente y hacia La estación del Ferrocarril, que se convirtió en sitio de paseo para los pobladores.
Calle que también llevo el nombre de El Centenario y actualmente de Juan de Montoro, además morada de algunas de las principales familias de la localidad y de dos populares cines ubicados en su primer cuadra, el Plaza y el Colonial, con su parte trágica, cuando en un festejo de día Reyes en 1955, murieron varios niños, cines que junto con El Rex, El Encanto y el Alameda, que en sus inicios se conocía como cine Victoria, con entrada por la calle de Juan de Montoro y termino sus días como Sala Paris, llenaron toda una época con sus amplias salas, esta calle de Juan de Montoro termina en la glorieta, muy cerca del mercado de la Reforma, conocido popularmente como La Purísima, que ocupa parte de la en otros años muy extensa Huerta Gámez, apellido de la familia propietaria del predio.
Continuando hacia el oriente, se toma la amplia avenida de agradables arboledas conocida como La Alameda, en el sesenta con sus baños de Los Arquitos y del Ojocaliente, sus hoteles y casas de huéspedes, donde se alojaban los viajeros que llegaban por ferrocarril y algunas parejas de enamorados lujuriosos, el limite de la ciudad a fines del siglo XIX fue por las instalaciones del ferrocarril, posteriormente se extendió hasta las colonias Americana y del trabajo, construidas junto con la colonia Héroes y los talleres del Ferrocarril, en terrenos de la antigua hacienda del Ojocaliente, con lo que se extendió el limite de la ciudad hacia ese rumbo.
Hacia el poniente se tomaba la calle de La Merced, que llevo el nombre de San Sebastián, formada por huertas que regaban con la acequia que llevaba el agua a la fuente de el Templo de la Merced, que también dio nombre a la calle, posteriormente se llamo de Isabel la Católica y Carrillo Puerto, hasta el actual de Venustiano Carranza. El limite era la calle de puebla en el barrio de San Marcos, con su templo y su jardín, rodeado por las calles de Flora, Hebe y Juno, otra ruta de salida hacia el oriente era la calle de Nieto, por donde corrían los tranvías repletos de paseantes hacia la estación del Paseo del Río.
Los viajeros que venían de Calvillo y de Los Cañones de Zacatecas, entraban por calle de Guadalupe, y se alojaban en los mesones del barrio, como el del Saucito, Guadalupe, el Nuevo Mundo, Ambos Mundos, La Mulita, La Trinidad, de La Providencia y el de La Cruz.
Esos eran los sitios que marcaban los limites de la ciudad, todavía a principios de la década del sesenta, después todo eran tierras de cultivo, huertas, establos y algunos fraccionamientos de reciente construcción, como jardines de La Asunción y jardines de La Cruz, ciudad en la que todavía se respiraba tranquilidad, que se reflejaba en sus casas de puertas y ventanas abiertas, de las tertulias familiares por las tardes, sentados en el batiente o en sillas en la banqueta, repartiendo saludos a los paseantes; Buenas Tardes le de Dios, Como Esta su Merce; con una nota policíaca que no llegaba a media plana, en la que cualquier robo o crimen se convertían en todo un acontecimiento, que se comentaba por varios días.
Ciudad de Aguascalientes del sesenta, en la que todavía predominaban sus característicos barrios, como el de San Marcos, El Encino, de Guadalupe, La Salud, La Estación, Zaragoza, Los Caleros, Los Curtidores, que se caracterizaban por algo en especial y que desde siempre le dieron identidad a la ciudad. posteriormente los barrios tomaron el nombre de colonias, es así como surgen la Ferronales, la Héroes, del Trabajo, la Alta Vista, Cholula y la Gremial Ferrocarrilera, con sus amplias avenidas y viviendas con chalet, habitadas principalmente por ferrocarrileros y la Vivienda Popular, ubicada al final de la llamada avenida Oriente Poniente, entonces en construcción.
Todavía por esos años proliferaban otro tipo de viviendas mas modestas, las vecindades, habitadas por familias muy numerosas y de escasos recursos, por todos los rumbos de la ciudad las había, desde los mas céntricos hasta los mas retirados, que además tenían sus propias características, marcadas por los mismos moradores, como la ubicada en la primer calle de Álvaro Obregón conocida como de Los Amador, por su propietario J. Jesús Amador, con una pequeña entrada que no daba idea de lo amplia que era por dentro, habitada principalmente por trabajadores del cercano mercado Terán; la vecindad Grande de doña Carmen Morones, de la calle Guerrero, habitada principalmente por trabajadores del viejo rastro municipal, vecino de esa calle, la del Carro frente al jardín de Zaragoza y algunas otras, como Las Flores de la calle Libertad y Lecumberri de la calle de La Cruz.
El principal escenario para los deportistas, era la inolvidable Cancha de El Estado, de la primer calle de Álvaro Obregón, con su piso de duela y gradas de cemento como asiento para el publico, que hacia grandes filas para entrar a ver los mejores jugadores del básquetbol, tanto locales como nacionales, a los ases del box y de la lucha libre, y en sus últimos años a las panteras de Aguascalientes, donde pasaron su mejor época.
Por esos años existían otras canchas, como la del Centro Deportivo Ferrocarrilero en la Alameda, la del Centro Social Morelos de la avenida Madero, la del Centro Social Felipe Morones por la calle de la Mora, la de la Escuela Preparatoria y la de la Normal del Estado, por su parte, el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana recién inaugurado, con domicilio en avenida Circunvalación y Rancho del Charro, iniciaba un amplio programa de actividades, tanto deportivas como culturales.
Por esos años del sesenta, los estudiantes de bajos recursos solo aspiraban a cursar hasta la preparatoria, que se ubicaba en la finca del antiguo convento de San Diego, frente al Parían, y las mujeres como maestras en La Normal del Estado de la calle Zaragoza; estos mismos estudiantes y la población en general, tenían como diversión asistir a alguno de los cines, pasear por el Parían y la Plaza de Armas o alguna de las nevarías, como La Nápoles, El Salvador y El Excelsior, con una ubicación envidiable en el Parían o Los Alpes a un costado del teatro Morelos.
A finales de esa década del sesenta del pasado siglo XX, después de varios años de construcción siguiendo el cause del arroyo Los Adoberos, fue inaugurada la avenida López Mateos, la que seria la segunda avenida importante inaugurada en el Aguascalientes de ese siglo, después de la avenida Madero iniciada en 1914; posteriormente vendría la avenida Circunvalación, entonces en construcción, tendrían que pasar algunos años mas para que fuera completamente terminada, lo que marcaría el primer crecimiento importante de la ciudad hacia todos los puntos cardinales, crecimiento que parece no tener fin, con tantos nuevos fraccionamientos y nuevas avenidas, tantos que se pierde la cuenta.

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