“Una Historia y un Café”

Columna del Mtro. Héctor Navarrete Mendoza.
Columna del Mtro. Héctor Navarrete Mendoza.

 


Por el Mtro. Héctor Navarrete Mendoza
Miguel Ángel “Alias el Divino”. (La historia no contada)

“Sabias que fue obligado y amenazado por el Papa Julio II de que si no aceptaba pintar la Capilla Sixtina en el Vaticano, lo había amenazado con la excomunión”

“Su lado oscuro y el gusto por los jóvenes”

“Hazlo de nuevo! fue obligado a pintar nuevamente su obra del Libre Albedrío por los Cardenales responsables de las obras en la Capilla Sixtina”

Michelangelo Buonarroti, sus colegas contemporáneos, le apodaron “El Divino”, triunfando en cualquier arte que practicara, dotando a toda su obra de un gran perfeccionismo, decía qué lo que más le apasionaba era la escultura, y qué sus obras de pintura de la Capilla Sixtina del Palacio del Vaticano le fueron impuestas por el Papa Julio II amenazándolo de excomulgarlo en 1506, tras incontables llamadas para que realizara el trabajo, el que realizo de una manera incomoda, un trabajo que duro cuatro años, acostado boca arriba a gran altura pintando sobre un andamio.

Su madre murió en 1481, cuando Miguel Ángel contaba con seis años de edad. La familia que vivía en Florencia desde sus ancestros con más de trescientos años, había pertenecido al partido de los güelfos, muchos de ellos habían desempeñado cargos públicos, pero en época del abuelo del artista comenzó la decadencia, su padre, que había fracasado en el intento de mantener la posición social de la familia, vivía de trabajos ocasionales para el Gobierno, como el de corregidor de Caprese en la época en que nació Miguel Ángel.

Regresaron a Florencia, donde vivían de unas pequeñas rentas procedentes de una cantera de mármol, y una pequeña finca que tenían en Settignano, pueblo donde Miguel Ángel había vivido durante la larga enfermedad y muerte de su madre, en esa localidad quedó al cuidado de la familia de un picapedrero.

Su padre le obligó estudiar gramática en Florencia, sin embargo él quería ser artista, cuando se lo comunicó a su padre, mantuvieron fuertes discusiones, en aquella época era un oficio con escaso reconocimiento social y que no era digno del prestigio de su linaje.

Sin embargo, logró convencerlo para que le dejara cumplir sus deseos de ser artista, que según Miguel Ángel, venía de la influencia de la que fue su nodriza, la mujer del picapedrero.

En marzo de 1505 el Papá Julio II le encargó la realización de su monumento fúnebre; Miguel Ángel proyectó un complejo arquitectónico y escultórico monumental, entusiasmándose con este proyecto, permaneciendo en Carrara ocho meses para elegir personalmente la elección y la dirección de la extracción de los mármoles que iba a utilizar para llevarla a cabo.

Sin embargo a su regreso a Roma, el Papa había desechado la idea del proyecto, debido a estar más ocupado en la reforma de Bramante en la Basílica de San Pedro. Contrariado, salió de Roma dirigiéndose a Florencia, pero a finales de noviembre de 1506, tras incontables llamadas del Papa, se tuvo que reunir con él en Bolonia.

En mayo de 1508 aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, frescos en los que trabajó durante cuatro años, tras un trabajo que llevó a cabo de forma tenaz y en solitario; una grandiosa estructura arquitectónica pintada, inspirada en la forma real de la bóveda.

En el tema bíblico general de ella, Miguel Ángel interpuso una interpretación neoplatónica del Génesis y dio forma a un tipo de interpretación de las imágenes que conseguirían ser un símbolo del arte del Renacimiento.

Una curiosidad llena de significado teológico, lo cuenta el sacerdote, artista y teólogo jesuita, Marko Ivan Rupnik, famoso por los mosaicos de la Capilla Redemptoris Mater en el Vaticano, la Basílica dedicada a Padre Pío en San Giovanni Rotondo, los Santuarios de Fátima y Lourdes, la Catedral de la Almudena, entre tantas otras obras. Cuando, en 1512, Miguel Ángel finalmente completó el fresco en el techo de la Capilla Sixtina, que es considerada una de las obras más famosas de la historia del arte, los Cardenales responsables del cuidado de las obras permanecieron durante horas para mirar y admirar el magnífico fresco.

Tras el análisis, se reunieron con el maestro, Miguel Ángel y, sin vergüenza, dispararon: ¡hazlo de nuevo!, El descontento, por supuesto, no fue por todo el trabajo, sino por un detalle aparentemente sin importancia. Miguel Ángel había dibujado el panel de la creación del hombre con los dedos de Dios y Adán, tocándose. Los cardenales pidieron que no se tocaran, sino que los dedos de ambos se mantuvieran separados y más: que el dedo de Dios siempre esté estirado al máximo, pero que el dedo de Adán se contrajera en la última falange.

Un detalle simple pero con un significado sorprendente: Dios está ahí, pero la decisión de buscarlo depende del hombre. Si quiere, estirará el dedo, lo tocará, pero si no quiere, puede pasar toda su vida sin buscarlo. La última falange del dedo contraído de Adán representa así el Libre Albedrío que tiene todo ser humano de acercarse a Dios.

Esta conflictividad enriquecedora con la que el artista vivió su deseo carnal, también afloró en el enfrentamiento con su homosexualidad. Ya que mantuvo relaciones con varios jóvenes, como Cecchino Dei Bracci, por el que sentía un gran afecto; en 1543, Bracci falleció y Miguel Ángel diseñó su tumba, en la Iglesia de Santa María in Aracoeli de Roma. También Giovanni da Pistoia, joven y bello literato, que fue durante un tiempo su íntimo amigo, es posible que mantuviera una relación amorosa con él en la época que empezó a pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, relación que queda reflejada en unos sonetos muy apasionados que Giovanni le dedicó.

A lo largo de los últimos años de su vida trabajó en el proyecto de la Basílica Vaticana, simplificando el proyecto que concibió Bramante, si bien mantuvo la estructura con planta de cruz griega y la gran cúpula.

Murió antes de ver acabada su obra, a la edad de ochenta y ocho años de edad, el 18 de febrero de 1564, acompañado por su secretario Daniele da Volterra y por su fiel amigo Tommaso Cavalieri. Dejó escrito que deseaba ser enterrado en Florencia, e hizo testamento en presencia de su médico Federigo Donati: “dejando su Alma en manos de Dios, su cuerpo a la tierra y sus bienes a los familiares más próximos”.

Su sobrino Leonardo fue el encargado de cumplir con esta última voluntad del gran artista, y el 10 de marzo de 1564 recibió sepultura en la Sacristía de la Iglesia de la Santa Croce; el Monumento funerario fue diseñado por Giorgio Vasari el año 1570.

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