Día de Muertos
Altar tradicional de día de muertos.
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Localización | ||
País | México | |
Datos generales | ||
Tipo | Cultural inmaterial | |
Identificación | 00054 | |
Región | América Latina y Caribe | |
Inscripción | 2003 (como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, y como PCI en 2008, III sesión) | |
Sitio web oficial | ||
El Día de Muertos es una tradición celebrada el 1 y 2 de noviembre en la que se honra la memoria de los muertos. Se originó como un sincretismo entre las celebraciones católicas (especialmente el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos) así como las diversas costumbres de los indígenas de México, Centroamérica, Sudamérica y de Filipinas. Se lo suele asociar comúnmente con otras celebraciones como el Día de Brujas o Halloween (Víspera de Todos los Santos), aunque en realidad difiere mucho de esta.
Es una festividad que se celebra principalmente en México y en países latinoamericanos como Bolivia, Ecuador, y también en países de América Central y en la región andina de América del Sur. Desde el noroeste de Argentina hasta México, en zonas donde existe una gran población indígena.1 En 2008, la Unesco declaró la festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México.2 Actualmente, también se festeja en zonas más al sur. Por ejemplo en Buenos Aires: por migrantes del área andina central, principalmente del noroeste argentino (NOA), del occidente de Bolivia y del sureste de Perú. En Venezuela, es celebrado por el pueblo kariña, que se le denomina «Akaatompo» o fieles difuntos, con el baile de La Llora.[cita requerida] Mientras que en España, el Día de Muertos se celebra en eventos culturales de inmigrantes mexicanos integrados en la sociedad española.345
Historia
Teotihuacán
El pueblo teotihuacano acostumbraba a hacer ofrenda en honor a los fallecidos casi todo el tiempo, practicando cansados pero intensos rituales con el propósito de que el difunto llegase con bien a uno de los cuatro paraísos según su forma de muerte, conteniendo comida, copal, vasijas, cuchillos, piedras de jade y semillas; utilizaban a los perros xoloescuintles para que les ayudasen a ser la luz en el paso por el inframundo y no se perdieran sin antes llegar al paraíso, sacrificándolos y enterrándolos junto con la persona fallecida.[cita requerida]
Los teotihuacanos consideraban subsectores a donde se dirigían sus difuntos según su edad:
- Subsector I: En este recinto se encontraban los difuntos jóvenes y aquellos que no alcanzaron a nacer. Se les enterraba en posición fetal en la tierra.
- Subsector II: A este sector se dirigían los adolescentes, encontrándose en sus ofrendas distintos vegetales y huesos pertenecientes a animales.
- Subsector III: A este lugar pertenecían los adultos, tanto varones y mujeres. A estos difuntos se les colocaba en vasijas grandes de barro prosiguiendo con el crematorio. ya que se creía que en este lugar prevalecía la abundancia y la paz eterna. En su ofrenda se encontraban cañas de azúcar y comidas típicas.
- Subsector IV: A este lugar se dirigían los adultos mayores (ancianos), colocándose hogueras de madera para la cremación de los cuerpos. Se creía que los ancianos regresaban a la Tierra después de la muerte en forma de animales.[cita requerida]
La celebración entre los mexicas
Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión cristiana, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.
Las principales civilizaciones representativas del área mesoamericana, aztecas y mayas, desarrollaron una rica ritualística alrededor del culto de los antepasados y de la muerte en sí misma, lo que constituyó el precedente del actual Día de Muertos, en el que pervive aún parcialmente la cosmovisión de aquellos pueblos.6
La muerte entre los mexicas
Los mexicas creían que la vida ultraterrena del difunto podía tener cuatro destinos:
- Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia.
- Omeyocán, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto. El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de!, lugar a donde iban los niños muertos antes de su consagración al agua donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.
El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro llamado Xoloitzcuintle, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.
Fiestas de los muertos en la cultura nahua
Un «Día de Muertos», como tal, no existía en la cultura nahua del Anáhuac. En el calendario nahua, eran tres las fechas (tres veintenas) en las que se honraba a los muertos (a quienes habían «levantado su sombra», según la traducción del náhuatl al español), es decir, tres veintenas estaban dedicadas a Mictlantecuhtli y a Mictlancíhuatl: primero, durante el mes llamado Tlaxochimaco (véase Xiuhpohualli), se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitontli, es decir, la «fiesta de los muertitos» o «fiesta de los muertos chiquitos», alrededor del 16 de julio; en segundo lugar, el Miccailhuitl, en el mes de octubre; por último, en el mes de marzo.
Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.
En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.[cita requerida]
Se honraba especialmente a quienes habían «levantado su sombra» (muerto) en alguna tarea especial: principalmente, a los guerreros y a las mujeres (véase Cihuateteotl) que murieron en el parto, que eran equiparadas a guerreros. Quienes murieron por un rayo o ahogados iban al Tlalocan. Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión católica llegara a Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, según Luis Ramos, en su libro Culturas clásicas prehispánicas, en la cultura maya, cuando una persona moría, su alma iba al «inframundo», conocido por ellos como Xibalbá. Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle; es por eso que dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro de esta raza junto con la persona fallecida; de lo contrario, correría el riesgo de no llegar a Xibalbá y quedarse en el camino.7
Transformación del ritual
Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI, trajeron sus propias celebraciones tradicionales para conmemorar a los difuntos, donde se recordaba a los muertos en el Día de Todos los Santos. Al convertir a los nativos del Nuevo Mundo, se dio lugar a un sincretismo que mezcló las tradiciones europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos.
Otros elementos influirían en la evolución de las actuales costumbres del Día de Muertos; por ejemplo, en el centro del país, las epidemias que durante siglos azotaron a la Ciudad de México llevaron a la creación de cementerios fuera de la ciudad, y fue hacia 1861 que el gobierno comenzó a hacerse cargo de los entierros. Asimismo, hacia 1859 se consolidó la costumbre de adornar las tumbas con flores y velas, visitar los panteones los días 1 y 2 de noviembre: la clase alta por las mañanas y los pobres por la tarde. La gente de clase alta aprovechaba estos días para poder estrenar sus ropas negras que preparaban desde antes para poder lucirlas en los panteones.[cita requerida]
Cuestionamiento al origen prehispánico
La antropóloga Elsa Malvido ha criticado la explicación prehispánica y única del Día de muertos.8 A través del análisis de prácticas asociadas con la muerte, entre los siglos XVIII y XIX, la también historiadora consideró que el nacionalismo posrevolucionario y las afirmaciones de Octavio Paz en El laberinto de la soledad erróneamente han impuesto la idea de que el Día de Muertos mexicano ha sido la resultante del sincretismo cimentado en las prácticas mortuorias mesoamericanas, pero entendidas como únicamente mexicas, con las católicas; esto con el fin de disminuir la influencia católica y unificar las prácticas culturales en México.
Para ella, lo asociado con el Día de muertos ha sido, más bien, la resultante de la historia de las prácticas mortuorias (administración de cementerios, entierros, cremación) desde el periodo virreinal hasta la primera mitad del siglo XX, como de la liturgia católica de Todos los Santos y de Fieles Difuntos, con sus respectivas variantes según las regiones de México y Centroamérica, las cuales reflejan influencias indígenas y modernas propias de cada región. Así, por ejemplo, las prácticas culinarias (pan de muertos, calaveritas de dulce, el pib yucateco y otros platillos y dulces típicos de la fecha), la puesta de un altar y demás decoración asociada serían versiones locales de las prácticas católicas similares a las presentes en zonas rurales de Europa, principalmente en España e Italia.8
Patrimonio de la Humanidad
En una ceremonia llevada a cabo en París (Francia) el 7 de noviembre de 2003 la Unesco distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción por considerar la Unesco que esta festividad es:
Una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país.
Además en el documento de declaratoria se destaca:
Ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados, desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad…
Además:
…aunque la tradición no está formalmente amenazada, su dimensión estética y cultural debe preservarse del creciente número de expresiones no indígenas y de carácter comercial que tienden afectar su contenido inmaterial.
La celebración del Día de Muertos tiene raíces prehispánicas y festeja la memoria de los difuntos con visitas a cementerios y coloridas ofrendas.
Costumbres del Día de Muertos
Calaveras
Se les llama así tanto a las rimas, versos satíricos como a los grabados que ilustran calaveras disfrazadas o bien de dulce (Calavera de alfeñique) descritas a continuación:
- Rimas: También llamadas «calaveras literarias», son en realidad epitafios humorísticos de personas aún vivas que constan de versos donde la muerte (personificada) bromea con personajes de la vida real, haciendo alusión sobre alguna característica peculiar de la persona en cuestión. Finalizan con frases donde se expone que se lo llevará a la tumba. Es muy común dedicar las «calaveritas» a personajes públicos, en especial a políticos en el poder. En muchos casos la rima habla del aludido como si estuviera ya muerto.
- Grabados: Litografías, generalmente de José Guadalupe Posada, que aunque no dibujó específicamente para Día de Muertos, sino eran caricaturas con que colaboraba en diferentes publicaciones de principios del siglo XX en México, y que se usan en estas fechas por sus alusiones a la muerte festiva.
- Calaveritas de azúcar: Son dulces en forma de cráneo, generalmente realizadas de dulce de azúcar, chocolate, amaranto, gomita, entre otros. Generalmente son vendidas en los tradicionales mercados denominados «Todos Santos» además de tiendas comerciales, tianguis, etc.
Ofrenda de muertos
Los materiales comúnmente utilizados para hacer una ofrenda para el Día de los Muertos tienen un significado, y son entre otros los siguientes:
- Las calaveras de dulce tienen escrito en la frente el nombre del difunto (o en algunos casos de personas vivas, en forma de broma modesta que no ofende en particular al aludido), y las consumen parientes o amigos.
- El pan de muerto es un tipo de pan dulce que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta cráneos, adornado con formas de huesos hechas con el mismo pan; se le espolvorea azúcar y se elabora con anís. Similar a los huesitos de santo tradicionales en España.
- Las flores: durante el período del 1 al 2 de noviembre, las familias suelen limpiar y decorar las tumbas con coloridas coronas de flores de rosas y girasoles, entre otras, pero principalmente de cempasúchitl y «flor de terciopelo», las cuales se cree atraen y guían las almas de los muertos.
- La ofrenda y la visita de las almas: se cree que las almas de los niños regresan de visita el día primero de noviembre, y que las almas de los adultos regresan el día 2. En el caso de que no se pueda visitar la tumba, ya sea porque ya no existe la tumba del difunto o porque la familia está muy lejos para ir a visitarla, también se elaboran detallados altares en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muerto, vasos de agua, mezcal, tequila, pulque o atole, cigarros e incluso juguetes para las almas de los niños. Todo esto se coloca junto al retrato de los difuntos, rodeados de veladoras.
- Retrato de la persona recordada: el retrato del difunto sugiere el alma que los visitará la noche del 2 de noviembre. Dicha imagen honra la parte más alta del altar. Se coloca de espaldas y frente a ella se coloca un espejo para que el difunto solo pueda ver el reflejo de sus deudos y estos vean a su vez únicamente al difunto.
- Pintura o cromo de las Ánimas del Purgatorio: la imagen de las ánimas del purgatorio sirve para pedir la salida del purgatorio del alma del difunto por si acaso se encontrara ahí.
- Doce cirios: aunque pueden ser menos, tienen que ser en pares, y preferiblemente de color morado, con coronas y flores de cera. Los cirios, sobre todo si son morados, son señal de duelo. Los cuatro cirios en cruz representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa.
- Cruz: utilizada en la mayoría de los altares, es un símbolo introducido por los evangelizadores españoles, con el fin de incorporar el catecismo a una tradición tan arraigada entre los indígenas, como la veneración de los muertos. Para recordarle su fe, ya que el Miércoles de Ceniza se le dice la frase: «Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás», con lo que se le recuerda que regresa a la tierra de la que salió. La cruz va en la parte superior del altar a un costado de la imagen del difunto y esta puede ser de sal, ceniza, tierra o cal.
- Calabaza en tacha: la calabaza (Cucurbita moschata) ocupa un lugar privilegiado tanto en la cocina tradicional prehispánica como en la actual. Es parte de la tetralogía alimenticia del país, al lado del maíz, el frijol y el chile, con los que se cultiva en la misma milpa. De ella se aprovecha todo: tallos, guías, flores, frutos y semillas. En el altar se prepara como dulce, llamado calabaza en tacha porque el recipiente usado en la fabricación del azúcar se le llama «tacho»; la calabaza se confitaba en las calderas en que se fabricaba el azúcar: cocida con azúcar, canela, tejocotes, trozos de caña de azúcar o con otros ingredientes, según el gusto de quien cocine. La preparación de la calabaza en tacha consiste en introducir dicho fruto en un cesto de palma que se confita en las calderas donde se fabrica el azúcar. Esta es la forma tradicional, pues en las antiguas máquinas de los ingenios se hacía la concentración del guarapo o jugo de caña en dos calderas cónicas, colocadas sobre un solo horno (la mancuerna); una de las calderas era la malera, y la otra la tacha. En la actualidad se prepara cocida en miel de piloncillo o panela, antiguamente llamada también tacha para bendecir las casas.910 El dulce cristalizado se llama calabazate.
- Papel picado: también se suelen adornar las ofrendas con papel picado que es una artesanía mexicana que se elabora con papel de China recortado con figuras de esqueletos y calaveritas, este es considerado como una representación de la alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
- Vara de tejocote: con esa se abrirá paso el alma que regresa a visitar a sus parientes, por eso no se le deben de quitar las espinas.
- Arco de caña y flores: en algunos lugares de México se acostumbra a realizar este arco, el cual simboliza el paso a una vida de purificación y el abandono del cuerpo terrenal.
- Copal e incienso: el copal es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar, santificando el ambiente.
- Agua: el agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de regeneración de la vida y de las siembras y en la ofrenda se representa con un vaso lleno de agua que sirve para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos.
- Comida: se coloca el alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se coloca para que el alma lo disfrute.
- Bebidas alcohólicas: son bebidas que fueron del gusto del difunto denominados «trago», generalmente son «caballitos» de tequila, pulque, cerveza y/o mezcal.
- Maíz: éste debe estar obligatoriamente en las cazuelas ya que es la planta divina que representa a Mesoamérica. Puede estar en forma de tortillas, tacos, gorditas, tamales o cualquier otra comida. Éstos deben pueden ser de diferentes colores y cada color representa un punto cardinal diferente. El maíz rojo, representa el oeste y el fuego que se relaciona con las brazas del copalero. El maíz azul o negro está asociado con el norte y representa el aire. El blanco, es el sur que es la tierra que da forma al barro de las cazuelas. Y finalmente el maíz de color amarillo que simboliza el este y el agua. En caso de no encontrar maíz de diferentes colores se pueden pintar del color respectivo.1
Fuente: Wikipedia.
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