‘Una prohibición total puede perturbar la producción de alimentos, pero reducir el uso de productos químicos altamente tóxicos es posible y necesario’, señaló el investigador Justin Crocker.
Más de 1,000 productos químicos utilizados en la agricultura están provocando el declive de las poblaciones de insectos, animales imprescindibles para la salud del planeta por ser responsables de la polinización de muchas de las plantas y un eslabón fundamental de la cadena alimentaria.
Científicos del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) han comprobado cómo impactan más de 1,000 “agroquímicos”, incluso en dosis que no llegan a ser letales, sobre las poblaciones de insectos y cómo afectan muy negativamente a su desarrollo y a su comportamiento, y ofrecen vías para mejorar la evaluación de la seguridad de los productos químicos, la protección ambiental, la seguridad alimentaria y la salud animal y humana.
El trabajo, que se publicó hace unos días en la revista Science, concluye que los efectos más dañinos de los agroquímicos (como herbicidas o pesticidas) se agravan cuando la temperatura ambiental aumenta y que la merma de las poblaciones de insectos se puede cifrar en una media de entre el 2 y el 3 por ciento cada año.
Los investigadores expusieron sistemáticamente larvas de mosca de la fruta a más de 1.000 moléculas contenidas en productos químicos, y descubrieron que el 57 por ciento de las sustancias químicas alteraban su comportamiento de una forma significativa, incluso en cantidades que no llegaban a ser mortales, y que los niveles más altos de sustancias químicas comprometían su supervivencia a largo plazo en los mismos tiempos de exposición.
Los insectos desempeñan un papel crucial en el mantenimiento del equilibrio de los ecosistemas y a medida que disminuyen sus poblaciones lo hace también la diversidad genética, fundamental para que las especies se adapten a los cambios ambientales actuales y futuros.
El investigador Justin Crocker, jefe de grupo en el instituto que el EMBL tiene en Heidelberg (Alemania), ha observado que además de los agroquímicos hay otros factores “clave” que agravan la situación, y ha citado el cambio climático, la destrucción de hábitats o la perdida de biodiversidad.
“El aumento de las temperaturas incrementa la toxicidad de los pesticidas, mientras que la urbanización y la deforestación reducen los hábitats de los insectos, y la contaminación lumínica y la propagación de especies invasoras contribuyen aún más a la crisis”, manifestó a la agencia EFE Crocker.
Aunque todos esos factores agravan la situación, el investigador argentino Lautaro Gandara -primer autor de este trabajo- subrayó a EFE que las medidas necesarias para contrarrestar y revertir el proceso deben dirigirse contra las causas del problema, no contra los factores secundarios.
Crocker ha observado que el declive de las poblaciones de insectos parecería ser más severo en aquellas regiones del mundo donde la agricultura es más intensiva, como Europa y Norteamérica, donde el uso de los agroquímicos es elevado y donde el fenómeno se ha estudiado con más detalle, pero ha asegurado que las regiones tropicales, muy ricas en biodiversidad de insectos, están también en peligro debido a la deforestación y a la expansión agrícola.
Y Lautaro ha explicado que en el norte de Europa continental y en el sur de Gran Bretaña se han reportado reducciones severas en la biomasa de insectos. “Sin embargo el fenómeno parece ser global, con ejemplos que provienen tanto de regiones industrializadas como áreas protegidas, y desde el Ártico hasta los trópicos”.
Pero a la pregunta de si sería fácil, y recomendable, prescindir de la mayoría de esos productos químicos, Justin Crocker responde que “no del todo”, ya que algunos de esos pesticidas son fundamentales para la seguridad alimentaria.
“Sin embargo, existen alternativas seguras, como los controles biológicos y la gestión integrada de plagas, que son aconsejables. Una prohibición total puede perturbar la producción de alimentos, pero reducir el uso de productos químicos altamente tóxicos es posible y necesario”, ha corroborado el investigador.
En este trabajo los investigadores han demostrado que es posible monitorear los efectos “subletales” de manera robusta, eficiente y económica, y el científico argentino ha explicado que la incorporación de ensayos similares al momento de testear el impacto ambiental de un agroquímico “permitirá discriminar con mayor rigurosidad a las moléculas que son seguras de aquellas que no lo son”.
Aunque el problema es global, los científicos han destacado que las normas locales “pueden marcar la diferencia” y han citado como ejemplo cómo las restricciones europeas a un tipo de insecticidas (los neonicotinoides) han contribuido a la recuperación de los polinizadores, pero han insistido en que la coordinación mundial es esencial para evitar la contaminación transfronteriza y garantizar una protección generalizada.
(EFE), Foto: Archivo Pexels
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