“Una Historia y un Café”

Columna del Mtro. Héctor Navarrete Mendoza.
Columna del Mtro. Héctor Navarrete Mendoza.

Por el Mtro. Héctor Navarrete Mendoza

¡JUANA LA LOCA!
“La REYNA Que NUNCA estuvo LOCA como narra la HISTORIA”.

Durante 46 años, la Reina legítima de España estuvo encerrada de por vida en un palacio de Tordesillas, por una supuesta enfermedad mental alegada por su padre y por su hijo para apartarla del trono, según algunos, fue víctima de una conspiración de sus parientes todopoderosos; según otros, a causa de una innegable enfermedad mental por los celos hacia su marido y por el dolor que sintió tras su muerte.

Cuando te digan que estás loca, recuerda que un 6 de Noviembre, nació Juana de Castilla, una Reina que nunca estuvo loca.

A Juana la casaron cuando apenas tenía 16 años de edad con Felipe El Hermoso (aunque no lo era según los retratos, era más bien feo).
Felipe se benefició desde el primer día de todas las damas de la corte, Juana se enfadaba lógicamente, porque exigía un respeto que no se le daba, ni como mujer, ni como Reina, ni como esposa.
Y por eso la llamaban “Loca”. Cuando su marido murió, Juana reivindicó el trono de Reina de Castilla que a ella estaba destinado.

El Rey Fernando, su propio padre, no quería que Juana reinara, así que decidió que estaba loca, y la encerró. Juana, aún era joven y muy bella.
El Rey temía que volviera a casarse y contara con un hombre que la apoyara en la lucha por el trono, por lo que prefirió encerrarla.

Cuando su hijo Carlos fue a visitarla dicen que ella “Le cedió el poder”, aunque en verdad Carlos la obligó a firmar y la dejó allí encerrada. Juana era una mujer culta, que hablaba latín y escribía poesía, pero la historia la ha llamado Juana la Loca, y no Juana la Prisionera, como en realidad así fue.

Hablar de Juana de Castilla antes de convertirse en Reina propietaria es hablar de una vida antes de una no-vida. Y hablar, a su vez, de un eventual camino recto que pudiera haber seguido, tal y como se le requería a una infanta de la época, son palabras mayores en su caso, habida cuenta de la altura de la figura que debía dibujar este camino. Nada menos que Isabel la Católica, la Reina más regia; su madre.

Pasión, reinado y el principio del fin
Juana pasó sola un mes en una corte extraña, en un país extraño. “Imagínate, para una persona de dieciséis años, en obediencia a unos designios matrimoniales, que responden, todos ellos, a intereses políticos, y que, para colmo, tiene que esperar un mes entero a que aparezca el futuro marido”, desliza Martínez Alcorlo. Sin embargo, cuando llegó Felipe el Hermoso,“hubo una especie de flechazo”, resuelve. Lo cuenta también Manuel Fernández Álvarez en boca del hispanista alemán Ludwig Pfandl: “A la primera mirada, se encendió el apetito genésico de los dos jóvenes (ella tenía dieciséis y él dieciocho años) con tal fogosidad que no esperaron al casamiento fijado para dos días después, sino que mandaron traer al primer sacerdote que se encontrara para que les diese la bendición y poder consumar el matrimonio aquella misma tarde”. Culmina la explicación el propio historiador: “Esa vida amorosa, tomada con verdadero frenesí, fue el asidero al que se agarró Juana para olvidarse de todas sus zozobras, de sus angustias y de su soledad”.

Pero pronto llegó el cambio de guion que trastocaría su vida. Ella no iba a ser heredera del trono de Castilla, pero sus hermanos, el príncipe Juan e Isabel, murieron y también lo hizo el primogénito del propio príncipe, despejando, así, el camino de Juana de Castilla al trono. Volvió a casa y fue sometida a una gran presión política. Además, Felipe el Hermoso, de quien ella estaba perdidamente enamorada, tuvo que partir de nuevo a Flandes, lo que la sumió en un estado de nerviosismo y depresión que pronto corrió como la pólvora en la corte y alimentó las habladurías que la tachaban ya de loca. “Sí existen esos desórdenes”, insiste la profesora Martínez Alcorlo, “pero, hoy en día, podríamos entenderlos como actitudes depresivas o como ataques de ansiedad”. En su momento, se tachaban de locura. Un tema aparte, más allá del simple diagnóstico, es la pregunta con la que abre este artículo: ¿hasta qué punto interesó convertir a la heredera del trono de Castilla en Juana la Loca? “Es difícil de saber”, responde, “pero, para algunos miembros de la corte entre ellos, su propio padre, Fernando el Católico, y su marido, Felipe el Hermoso, políticamente era muy conveniente hacerla pasar por loca y apartarla del poder”.

Y, tuvieran que ver las intrigas políticas o no, así sucedió. Juana I de Castilla, que nunca fue despojada de su título, pasó cuarenta y seis años cautiva, al principio, junto a su hija Catalina. La encerraron en 1509 por orden de su padre. Tres años antes había muerto su marido. Catalina permaneció con ella hasta 1525 y, desde ese año, los episodios depresivos fueron en aumento. “Seguramente”, concluye la profesora Martínez Alcorlo, “habría sido más feliz si no hubiera tenido que tomar el trono castellano, algo para lo que nunca había sido preparada”.
La Reina Isabel la Católica, a su muerte, dejó escritas las palabras que más apuntalan, historiográficamente, el estado mental de su hija. En su testamento, cuando refirió el derecho al trono, sentencia: “Si mi hija no quisiere o no entendiere (ocuparse de él). Ese “no entendiere” fue lo suficiente para determinar cuál era la opinión de la Reina Isabel acerca del juicio o el entendimiento de su hija.

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